23 de julio de 2013

La Real Federación Española de Karate intenta proteger su imagen


La Real Federación Española de Karate (RFEK) trata de proteger su imagen y garantizar la calidad y seguridad de su enseñanza deportiva. Para ello, la RFEK ha generado una imagen corporativa del karate español, con el objetivo que el gran público les identifique como garantía de calidad de sus enseñanzas, una calidad que deberá incidir positivamente en el bienestar y seguridad personal de los jóvenes y no tan jóvenes, que practican este deporte.

La RFEK denuncia que al amparo de su deporte se encubren infinidad de elementos que por el desconocimiento del público, entienden que cualquier entidad que ofrezca las enseñanzas de karate son legales, y por lo tanto y en la mayoría de los casos, estos centros además de no ser oficiales, están dirigidos por alguien que en el mejor de los casos, lo único que hace es ahuyentar a los futuros karatecas.

La intención de la Real Federación Española de Kárate no sólo es la de garantizar la idoneidad del club o gimnasio del que se trate, sino también la del propio profesor que actúa en el mismo, acreditándose que se está capacitado oficialmente para la enseñanza del karate.

El elemento identificador será el de una placa que se podrá poner en un lugar visible, a la entrada del club o gimnasio, a la que todos los años se pondrá de una manera muy simple, la actualización de reconocimiento por la Real Federación Española de Karate y D.A. (Disciplinas Asociadas). Los clubes o gimnasios podrán solicitar la placa a su respectiva federación autonómica, rellenando la correspondiente solicitud creada a los efectos y abonando la tasa que corresponda.

La imagen del Karate español ha sufrido en los últimos años un duro golpe mediático, nos referimos con ello a lo que ha llegado a denominarse como "Caso Karate", uno de los casos más graves de pederastia en España. Un suceso, o mejor, una cadena de sucesos caracterizada porque durante más de 20 años, profesores de una "prestigiosa" escuela de karate en Las Palmas de Gran Canaria (Islas Canarias), captaron a menores de edad de los que abusarían posteriormente, convirtiendo las clases en complejos rituales sexuales que lograrían mantener ocultos durante años.